Cesta
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Las piedras del puerto
no escuchan nuestros pasos
y se van gastando sordas
con el tacto cálido y blando
del roce tierno de los pies andando
buscando, siempre buscando
yendo y viniendo, de la noche o del día
del triunfo o el fracaso
de la risa y del llanto
huyendo, al fin y al cabo, de todo
las piedras del puerto no escuchan pasos
se van gastando en un silencio eterno
ajenas a las voces y a los cantos.