Día del libro 2020
El 23 de abril, día del libro, me soltó un desconocido- Soy escritor de grandes obras- sin mediar palabra por mi parte, en la cafetería dónde me acerqué a tomar una cerveza, tras una aburrida tarde de firma de libros. Supongo, que la cara de asombro que se me quedó, le empujó a dar más explicaciones.
Verá, todo empezó como empiezan siempre estas cosas, con la lectura. Si un día decides ponerte a leer y te gusta, que es lo normal, terminas deseando escribir. Y eso fue lo que me ocurrió. Ya sabes que escribir es fácil, basta con buscar un personaje y contar su historia, como haces tú en tus libros.
Empezó a tutearme como si me conociera de toda la vida, con toda la confianza, a la vez que menospreciaba la actividad de escritor, cosa a la que estoy algo acostumbrado.
Todo el mundo puede escribí; historias hay muchas, y personajes más. Sí, sí, hay más personajes que historias, ese es el quid de la cuestión, mi gran descubrimiento, las historias son siempre situaciones compartidas, incluso la del náufrago Robinsón Crusoe. Yo creo que las historias posibles quedaron narradas por los griegos y después, los escritores se han limitado a cambiar de personajes y a mezclar unas historias con otras. ¿No te parece?
Y sin que pudiera responderle siguió con su charla.
Qué más da que uno busque en Internet o en las procelosas aguas de un océano, aventuras, venganzas o tesoros. Es el alma el que viaja, el que busca, el que lucha, el que encuentra, el que se pierde. Y el amor, acaso el amor es algo nuevo. ¿Qué historia de amor queda por contar?
No intenté ni contestar, preferí seguir en silencio confiando en que se aburriera de hablar y me dejara en paz.
Ves, no se te ocurre ninguna porque no la hay. Entonces, me pregunté ¿Cómo voy a escribir yo algo que valga la pena? Y encontré la respuesta: Escribiendo grandes obras. ¿Fácil verdad?
Descubrió en mi atónito gesto de asombro, que le tomaba por loco, uno de tantos iluminados que nos atormentan con ideas geniales, vidas asombrosas, resolución de misterios insondables y cosas por el estilo.
No me crees; lo adivino en tu mirada. Pues que sepas que cualquiera pude escribir una gran obra y si no lo hace la gente es porque, de tan fácil que resulta, no se le ha ocurrido a nadie ¿Dime una gran obra?
No tuve ni que pensarlo, El Principito le contesté.
Pues mira tú por donde, esa no la he escrito, pero no me llevaría más de un día hacerlo.
Creí entender a lo que él llamaba escribir una gran obra y sonreí.
Veo que ya has captado la idea. Sí, elijo una gran obra y la escribo. No creas que es, simplemente, un proceso de copia, no. Primero la leo y si me parece buena, la escribo página a página. Esa acción me convierte en escritor. ¿O no?
La respuesta era tan sencilla que dejé que la contestara él mismo pero, no lo hizo, continuó, ahora con algo más de humildad.
La gente confunde autor con escritor y sí, a veces, bueno, muchas veces puede coincidir. Pero hay gente que canta sin ser compositor, mucha gente; y músicos que tocan sin ser compositores y en ambos casos la gente paga por oírlos, les aplauden e incluso compran sus discos. ¿No es así?
Yo le escuchaba sin pestañear, no cabía duda de que este hombre había pensado mucho para llegar a estas conclusiones, que por otra parte, estaban bien argumentadas, y sin poderme parar a pensar continuó hablando con un esbozo de sonrisa maliciosa asomando a su boca.
El autor literario, por definición, escribe pero también puede haber gente que escriba sin ser, propiamente dicho un autor; como yo por ejemplo. ¿Qué te parece?
Sin tan siquiera mirarme, haciendo un aspaviento con las manos a modo de reverencia de presentación, continuó.
He descubierto la manera de escribir grandes obras de literatura, de llegar a ser considerado un Pavarotti de la literatura. ¿Sabes quién era Pavarotti no? Sí claro, que tontería un autor como tú...
Pues un autor, como yo, empezó a pensar que no estaban todas las historias escritas, y sin ir más lejos, la de este peculiar escritor. No me imagino a los griegos contando la "avería" de un espontáneo en una cafetería...
No soy el primero, no. La gente se ha olvidado de la importante labor de los escritores, no de los autores, los escritores, insistió, antes de la invención de la imprenta. Entonces, con paciencia infinita reproducían los libros que sirvieron para hacernos llegar, entre otros, a los escritores griegos, romanos, árabes, literatura, filosofía, ciencia... Todo el saber humano pasó por sus laboriosas manos. Eran amanuenses, calígrafos, escribanos, copistas y, qué es un copista, pues quien reproduce una obra, y qué obras merecen la pena copiarse, pues las grandes, naturalmente. Te puede parecer una labor inútil hoy en día con lo fácil que resulta conseguir un libro; los hay a miles, en las librerías y en Internet.
Y sí, me parecía una labor inútil, una pérdida de tiempo, de hecho, a mí me resulta más práctico el ordenador que el bolígrafo. Mientras se bebía un vaso de agua, que se lo había ganado pensé, este hombre se podía dedicar a los monólogos, pues su oratoria, sin duda alguna, es más original que la copia más brillante y cuidadosa que pueda realizar. Gracias a su sed, conseguí verle por primera vez callado y descubrí, sorprendentemente, que había pasado del fastidio a la curiosidad, eso sí, sin dejar de pensar que estaba algo loco. Tras terminar el agua, carraspeó, sonrió y volvió al ataque. Ahora yo estaba expectante, no sabía por dónde iba a salir.
Pues como te decía, no es inútil no. Todo el mundo habla, todo el mundo sabe, todo el mundo piensa... ¿A qué has escuchado estas frases alguna vez? Lógico, al día se pronuncian millones de veces por gente de lo más variopinta. Pues escribir una gran obra literaria es hoy más importante que nunca. ¿Sabes por qué?
Me sorprendió su insistencia, le acababa de decir, no con palabras es verdad pero sí con mi silencio, que su labor me parecía absolutamente inútil. Escuché atentamente esperando entender algo.
La gente no sabe nada, la gente no piensa nada, no existe eso que se llama todo el mundo, es mentira. Por eso, para ser distinto a los que no saben nada me decidí copiar una gran obra literaria, letra a letra hasta reproducir todas sus páginas, y eso supone una inmersión en el texto inalcanzable con la lectura, por muy atento que se lea. Descubres, en el orden exacto de las palabras, en la construcción de las frases, en la puntuación, el armazón que sustenta todo. Es como asombrarse ante un truco de magia y después, no sólo dar con el truco, hacerlo exactamente igual que lo ha hecho el mago. ¿No te das cuenta?
La pasión con la que defendía su trabajo me hizo descubrir, en el universo de amantes de la literatura, un espécimen nuevo. En ese momento, el desconocido se convirtió, como por arte de magia en la inspiración para escribir una historia, aunque no me atrevo a decir nueva sabiendo lo que piensa él. Pero, justo en ese instante comprendí que aún había otro espécimen nuevo en el abigarrado universo de los amantes de la lectura, no voy a decir literatura después de haber escuchado al escritor de grandes obras decirme: Ya sabes que escribir es fácil, basta con buscar un personaje y contar su historia, como haces tú en tus libros. Pero, parándome ahora un momento a pensar, he descubierto que este hombre no es el último espécimen en este universo de amantes de la lectura, no, no ni mucho menos. Me estoy dando cuenta que cabo de encontrarme con un individuo de una nueva especie...
¿Cómo te llamas tú? Sí, sí, tú, me refiero a ti, aquí no hay nadie más que tú...